"No necesito hablar
ni mentir privilegios;
bien me conocen quienes
aquí me rodean,
bien saben mis congojas y mis flaquezas.
Eso es alcanzar
lo más alto,
lo que tal vez nos dará el cielo:
No admiraciones ni
victorias
sino sencillamente ser admitidos
como parte de una realidad
innegable,
como las piedras y los árboles.
(De "Llaneza", Jorge luis Borges)

domingo, 23 de mayo de 2010

Enamorado

"Para el uso de todos los días, denme alguien caprichoso,
con no mucho propósito en la vida,
y entonces no haremos la guerra, ni necesitaremos
hablar de paz."
D.H.Lawrence

CON EL VÉRTIGO DE QUIEN SE SIENTE EL BLANCO DE UN GUILLERMO TELL MIOPE
DE QUIEN VE COMO VUELA A SU ENTRECEJO UNA FLECHA EQUIVOCADA Y DIVERTIDA
QUE A SU SIMÉTRICA REALIDAD HUNDE EN UN CAOS SEDUCTOR E INEXPLICABLE.
ALGO TAN OBSCENO COMO DESEAR ROMPERSE EL BRAZO
SOLAMENTE PARA TENER LA OPORTUNIDAD DE QUE LO CUIDEN.

LA LUCIDEZ PASA A SER UNA TRAICIÓN IMPERDONABLE
A TODO LO INCREIBLE, FABULOSO, EXTRAORDINARIO.
UNA COLABORADORA A LO MÁS RUTINARIO DE NUESTRO CEREBRO.

ENTONCES; LA MAYOR INSENSATEZ NACE CON RIMA
Y SE INSTALA EN NUESTRA REALIDAD CON LA FUERZA DE LO EVIDENTE

LO LÓGICO SE NOS HACE MEZQUINO
Y LO RIDÍCULO SE TORNA TAN NOBLE Y TIERNO COMO UN SANTO GRIAL EN LA HELADERA
LLENO DE JUGO DE TOMATE

Y SUCEDE QUE EL TIPO ES CAPAZ DE MATARSE
(TENIENDO MUCHAS RAZONES PERO SIN MOTIVO)
POR ALCANZAR UNA MAGNOLIA EN EL PARQUE LEZAMA.



Los ideales de mayo

Entrando al Bicentenario me ha dado por reflexionar lo poco que hemos cambiado en doscientos años. Después de todo la Revolución de Mayo fue:
a) una revolución porteña que respondía a los interes del puerto
b) un acuerdo político entre revolucionarios ideologizados y el establishment (comerciantes contrabandistas, militares, burocratas y clerigos).

Además fue un golpe de mano oportunista a una situación externa. No fue, como la Revolución Estadounidense un grito de principios (no taxation without representation) ni como la Revolución Francesa, el asalto de una clase al poder. Fue más bien como la Revolución Inglesa, una mezcla de ideología usada como escusa para acomodar un diferente balance de intereses.

Recordemos que fueron los hermanitos Rodriguez Peña los que ayudaron a Bereford a huir con la idea de lograr el apoyo de Gran Bretaña http://es.wikipedia.org/wiki/Saturnino_Rodr%C3%ADguez_Pe%C3%B1a .

El Cabildo Abierto del 22 de mayo arrojó como resultado una junta presidida por el propio Cisneros. Podemos imaginar una revolución más gatopardista y un Saavedra diciendo que las brevas (higos, http://es.wikipedia.org/wiki/Breva ) no estaban maduras.

Recordemos, a su vez, que Moreno (Mariano no Guillermo) era el Grupo Clarín de la época con su Gazeta de Buenos Aires; que Belgrano era el consulado perpetuo de comercio de Buenos Aires (como el Moreno, Guillermo no Mariano de la época); que Juan José Paso era algo así como el Dromi del momento y que Cornelio Saavedra era claramente el representante de los militares que, como muchas veces en la Argentina, jugó de arbitro entre los intereses de los distintos sectores.

Uno lee la historia argentina desde mayo de 1810 en adelante y no puede dejar de sentir un olor a inmovilismo gatopardista. Nos invade la sensación de que los grandes discursos e ideales siempre han sido esgrimidos para ocultar y defender intereses comerciales directos e identificables con mucha facilidad de un lado y del otro.

Además, cuando uno pondera este hecho evidente con los resultados obtenidos, llega a la conclusión de que a Argentina le ha ido mejor cuando quienes eran los portadores de los intereses conversaban y llegaban a acuerdos que cuando los fabricantes de discursos encaraban políticas persecutorias amparados en alguno de estos intereses en particular.

Argentina es un país de comerciantes, industriales, trabajadores y emprendedores. Pero también es un país de teorizadores y fabricantes de conspiraciones cuyo objetivo no es el crecimiento y la mejora del país sino la virtud abstracta.

En mayo, yo hubiera estado del lado de Moreno y Belgrano, mucho más por lo que se los critica que por lo que se los alaba. Por su defensa a los intereses del libre comercio. La ideología era un argumento de abogados que trajo división y muerte.

En definitiva, toda la lucha posterior a mayo entre el litoral librecomerciante y el interior proteccionista fue zanjado luego de Caseros y hasta el Centenario a partir de un buen acuerdo entre gente de negocios.

domingo, 16 de mayo de 2010

Sobre los vicios y la virtudes

Leyendo hoy el post del amigo Ángel (Java) López (http://ajlopez.zoomblog.com/archivo/2010/05/16/democratas-segun-Mencken.html); me volvieron las ganas de escribir sobre uno de los primeros provocadores de la literatura económica. Se trata de Bernard de Mandeville (http://es.wikipedia.org/wiki/Bernard_Mandeville), médico holandés que vivió en Inglaterra y que tuvo el mismo efecto sobre la economía que el que antes había tenido Machiavello sobre la política o el que tuvo el marqués de Sade sobre la literatura. Criticado por todos por sus aspectos morales pero, influenciándolos casi inconcientemente por sus razonamientos y afirmaciones.

Su libro "La fábula de las abejas o vicios privados beneficios públicos" (Fondo de la Cultura Económica) es, según Henry C. Robinson: "El libro más malvado e inteligente de la lengua inglesa" (Henry Crab Robinson, Diary).

Este poema que hoy sólo molestaría a algunos hegelianos -de izquierda o derecha- influyó en la agenda filosófica inglesa de los siguientes 200 años. Se comenta que el Dr. Samuel Johnson lo describió como un libro que todo joven tenía en su bliblioteca en la creencia errónea de que era un libro perverso.

Soy de la idea casi religiosa de que todo tiene una razón de ser en el universo. Por ejemplo, estoy convencido de que la existencia de los índices y las censuras de casi toda la edad moderna fueron un excelente recurso publicitario para libros que, sin ella, hubieran pasado absolutamente desapercibidos pues iban en contra del saber general de la época. En definitiva siempre me han servido como una guía de lo que yo debía leer.

Probablemente Mandeville fue de los primero en entender el concepto contraintuitivo del interés general construido a partir del interés individual. O por lo menos, satirizar el concepto de "una sociedad de honestos" como la fuente de la felicidad.

Llevó al absurdo la idea (que sin embargo hoy tiene más vigencia que nunca) que si las acciones son conducidas por los interesas individuales son malas y que si tienen su origen en la generosidad, son buenas.

No le llevó demasiado esfuezo probar, a partir de este axioma, que si las acciones egoístas son vicios, la sociedad necesita de ellos para prosperar y que, una comunidad generosa y desinteresada se hundiría en la recesión y la pobreza más o menos como lo hace Bhután.

En su principal argumento sostenía que el orden social era un complejo resultado de una suma algebrarica de acciones individuales y que muchos fenomenos de grado mayor a uno, ni siquiera eran considerados por sus impulsores.

Los individuos al perseguir sus propios fines, fuesen egoístas o altruístas, producían para otros resultados inesperados: una pelea comercial le daba de comer a los abogados quienes a su vez podían pagar la educación y la salud de sus hijos quienes a su vez resultaban, quizá, píos sacerdotes o médicos dedicados.

Obviamente, estos pensamientos suenan mucho a Darwin quien iba a escribir su "Origen de la Especies" cien años más tarde. Por eso es tan admirable este pensamiento evolucionista larvado que sostiene que los deseos se formulan a partir de consideraciones puramente egoístas que son a su vez, direccionadas por las instituciones y las tradiciones de una sociedad, cuyo rol restrictivo la dotan de un "formato" racional.

En la visión de Mandeville, las leyes y las instituciones de una sociedad la describen cabalmente porque ellas han sido construídas en un proceso de "ensayo y error" durante toda su existencia y sigue haciéndolo.

"A menudo asignamos a la excelencia del genio de un hombre y a la profundidad de su agudeza lo que en realidad se debe al tiempo y a la existencia de muchas generaciones, diferenciándose todas ellas muy poco entre sí en dotes naturales y en sagacidad."

Es interesante hacer notar también que, así como Adam Smith era moralista de profesión, Bernard de Mandeville era psiquiatra y su primer libro escrito en 1711 versaba sobre "las pasiones hipocondríacas e histéricas". Es decir, era un sujeto que había tenido tiempo y oportunidad de ver a muchos seres humanos en condiciones de desequilibrio psíquico.

Volviendo al viejo H. L. Mencken citado por el bueno de Ángel Lopez:

"En el mejor de los casos, el hombre es siempre una especie de animal unipulmonado, que nunca es absolutamente completo y perfecto en el sentido en que, digamos, una cucaracha es perfecta. Cuando ostenta una cualidad valiosa, casi siempre carece de otra. Dadle una cabeza y le faltará corazón. Dadle un corazón de cuatro kilos de capacidad y cabeza contendrá escasamente medio. El noventa por ciento de las veces el artista es un timador y un individuo proclive a seducir a las así llamadas vírgenes. El patriota es un fanático intolerante y, la mayoría de las veces, un jactancioso y un cobarde. A menudo el hombre dotado de coraje físico está, desde el punto de vista intelectual, a la altura de un clérigo bautista. El gigante intelectual padece de los riñones y es incapaz de enhebrar una aguja. En todos mi años de busqueda por este mundo, desde la puerta de oro al oeste hasta el Vístula al este, y desde las Orkney Islands al norte hasta las costas del Caribe al sur, jamás he encontrado un hombre cabalmente moral que fuera honorable".


lunes, 10 de mayo de 2010

Las soluciones en política

Luis Einaudi (1874-1961) (http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/05/10/_-02193763.htm) fue periodista, economista, senador del reino de Italia y el primer presidente de la República Italiana elegido de acuerdo a la norma de la nueva constitución. Exilado en Suiza durante el fascismo escribió una serie de artículos compendiados en el libro "El florilegio del buen gobierno".

El escrito que estoy posteándoles ahora, creo yo, que tiene una especial utilidad para los lationoamericanos que estamos sufriendo las experiencias populistas.

Habla de la dificultad de encontrar las respuestas, de lo dificil que es resolver los problemas sociales y de que, a la postre, el camino fácil es falso y nos aleja más de la resolución del problema.

Como yo veo la cosa, los que plantean el camino fácil son resentidos que buscan venganza antes que la soluciones. Son, a decir de Nietszche, las tarántulas que quieren inyectarnos su veneno, que odiemos como ellos y que bailemos su tarantela de violencia y enfrentamiento (Así habló Zarathustra, de las tarántulas, pag 105, ed Aguilar).

Los que eligen el camino tortuoso no caen en la trampa de asignar los problemas a los "enemigos del pueblo". Saben que la verdad es esquiva y que se necesitan de muchas ideas y muchas opiniones encontradas para corregir errores y avanzar en un camino que, de ninguna manera está escrito.


El camino derecho y el camino tortuoso
Luigi Einaudi

En cuestiones económicas y sociales, el camino derecho, salvo excepciones rarísimas, es falso. Sólo es seguro y, efectivamente más rápido el camino tortuoso, a lo largo del cual caen los hombres, retornan sobre sus pasos, experimentan, fallan, vuelven a probar y a veces tienen éxito. Recuérdenlo siempre: cuando escuchen a alguien que les prometa, con fácil seguridad, la solución cierta de un problema social, que les ofrezca un específico para las enfermedades sociales, que les haga ver, más allá de un temerario período de restricciones necesarias para vencer al enemigo, el adversario del bienestar y la abundancia, que les denuncie un monstruo a combatir (vg. el capitalismo, o el comunismo, o el fascismo, o la reacción etc.), para hacer triunfar el ángel y el paraíso terrestre (vg. el mismo comunismo, o el socialismo, o el corporativismo, etc.), recuerden que quien así les habla es, en la mejor de las hipótesis, un iluso y más probablemente un charlatán, y desconfíen de él. Solamente el camino largo, sembrado de tribulaciones es bueno, pues sólo recorriéndolo aprende el hombre a mejorarse a sí mismo y a hacerse digno de la meta que quiere alcanzar. (Del libro "Lecciones de política social", 1944)

sábado, 8 de mayo de 2010

Bajo los Olmos

Hoy a la mañana, charlando con el bueno de A. J. López (http://ajlopez.zoomblog.com/) no se como surgió el tema del suicidio y de H. L. Mencken. Me comprometí con Ángel a transcribirle el artículo que, creo no está en castellano en internet y cuyo libro data de 1971. La traducción es de Eduardo Goligorsky (Ediciones Granica) y si lo quieren en inglés, está publicado en "A Mencken Chrestomathy" (Vintage Books).
Les paso también un muy interesante artículo sobre él escrito por Murray N. Rothbard http://www.lewrockwell.com/rothbard/rothbard19.html.

Finalmente, lo que Borges dijo de Mencken:

"Suelo preguntar y preguntarme: ¿Sería concebible en este país un H. L. Mencken, un aclamado especialista en el arte de calumniar y de vituperar al país? Me parece que no. El patriotismo, el seudopatriotismo argentino es una pobre cosa que está a merced de un epigrama casual, de un puntapié montevideano o del puño izquierdo de Demsey. Una sonrisa, un inocente olvido nos duelen. La popularidad de Mencken es obra de su denigración pertinaz de Estados Unidos; un Mencken argentino -con éxito- es inimaginable".


Bajos Los Olmos (1927)

H. L. Mencken
A comienzos de 1927 hubo varios suicidios en los campus universitarios, y los diarios les dieron un énfasis melodramático, procurando demostrar que se trataba de una epidemia. Varios pedagogos alarmados apoyaron la campaña, y uno de ellos, el doctor John Martin Thomas, presidente de Rutgers, declaró al Times de Trenton, Nueva Jersey, que la causa era un "exceso de Mencken". El Times me preguntó qué opinaba al respecto, y le envié la nota que sigue: "Thomas, pastor presbiteriano metido a pedagogo, fue presidente de Rutgers desde 1925 hasta 1930. Renunció para dedicarse al negocio de los seguros"

No veo nada misterioso en estos suicidios. El impulso de autodestrucción acompaña por naturaleza al proceso educacional. Todo estudiante avispado decide amargamente, en uno u otro momento de su carrera universitaria, que sería más sensato morir que continuar viviendo. Yo me eximí de las humillaciones intelectuales de la educación universitaria, pero en los últimos años de mi adolecencia, cuando empecé a vislumbrar gradualmente la verdad, resolví en más de una oportunidad que la muerte era preferible a la vida. A esa edad el sentido del humor está en baja. Más tarde, merced a los misteriosos designios de la providencia divina, se recupera.

¿Qué es lo que mantiene vivo a un hombre meditabundo y escéptico? Sospecho que en buena parte es el sentido del humor. Pero a esto suma la curiosidad. La existencia del hombre es siempre irracional y a menudo dolorosa, pero en última instancia sigue siendo interesante. Uno quiere saber qué es lo que ocurrirá el día siguiente ¿La dama del vestido malva será más gentil que hoy? Estos interrogantes mantienen con vida a los seres humanos. Si se conociera el futuro, todo hombre inteligente se mataría al instante, y la república estaría poblada exclusivamente por cretinos. Quizá ahora estamos marchando realmente hacia ese desenlace.

Espero que nadie se sienta inquieto y alarmado por el hecho de que diversos obispos, presidentes de universidades, conferencistas rotarianos y otros idiotas profesionales de la misma índole, ocupan las páginas de los diarios con pomposas discusiones sobre la presunta ola de suicidios estudiantiles. Debemos recordar que estos hombres casi nunca trabajan con realidades. Todas sus vidas están consagradas a inventar 'espantajos' contra los que luego se baten. Después de un tiempo ellos, al igual que los directores de diarios, se cansarán de esta farsa y se echarán a fociferar contra otros fantasmas. Mientras tanto, el mundo seguirá su marcha insegura. Sus ideas jamás se deben tomar en serio. Su única función visible sobre la tierra es la de actuar como ejemplos vivientes de que la cultura no es, en modo alguno, sinónimo de inteligencia.

A lo que me gustaría asistir, si semejante cosa se pudiese organizar, sería a una ola de suicidios entre los presidentes de universidades. Yo suministraría con mucho gusto las pistolas, cuchillos, cuerdas, venenos y otras herramientas necesarias. Más aún, me encantaría cargar las pistolas, afilar los cuchillos y anudar los lazos corredizos. El estudiante universitario que se arroja sin que nadie lo instigue en los brazos de Dios sólo se gratifica a sí mismo. Pero si un presidente de universidad hiciera otro tanto, su acto se convertiría en motivo de vehemente e indeleble regocijo para grandes multitudes de personas. Lanzo la idea y la hago correr...